9.12.06

Memorias lluviosas



Me acuerdo de todo como se fuera hoy. Pero sucede que han pasado más de veinte años. Me acuerdo de su voz, melodiosa, como la de algunos pasaros que escucho en el balcón. Mientras, escribo, pintando, en los reflejos de la reminiscencia de sus ojos, la acuarela de su aparición borrascosa. Una evocación singular que se impone en mi espíritu. Cada vez más fuerte, urgente, suplicante. Por la mañana, me acuerdo de las palabras, del gesto, del aire, del mar. Entonces, mi cabeza es como la espuma del tiempo, llena de memorias lluviosas, de una decoloración lancinante.
Hace más de veinte años: ¿Por qué no la olvidé? Tanto tiempo ha pasado y la Remembranza permanece tan pura como ayer, tan cristalina como el correr negro de la tinta en el papel blanco. Escribo y hace sol la fuera y los pasaros cantan, nidifican. Estás aquí y de nuevo te veo, mirándome mientras escribo. Nuestras vidas paralelas se escaparan para siempre en el grande océano de la vida. Como dos granos de arena nos perdimos y jamás nos volveremos a encontrar en ese arenal más vasto que es el amor. Se así es, ¿Por qué no te olvidé?
Era el verano. La playa con su descubierta tremenda de los sentidos. La inocencia de un amor violento. Un continente desconocido de emociones raras y feroces. Quizá en todos los hombres existe una mujer así. Una de aquellas pocas que se quedan para siempre en nuestra memoria. Se llamaba Juana y tenía los ojos más azules que hubiera visto. No sé que pasó conmigo cuando la conocí. Tan poco lo que pasa ahora. Fue la chica más guapa que se cruzó con mi vida. Pasaran más de veinte años, pero me acuerdo de todo como se fuera hoy.